domingo, marzo 28, 2010

Camboya, templos y miseria

El viaje que comenzó como una aventura a lo Lara Croft visitando los templos-selva de Angkor Wat, terminó dejándome un sentimiento agridulce.
Camboya es un país asolado por mil guerras y que se ha convertido en un macabro"parque de juegos" de unos y otros, dibujando un mosaico de miserias a su paso: pobreza, marginación, prostitución...
La elegancia francesa de Siem Reap, con sus parques, zona comercial, bares, restaurantes, hoteles chic, y los maravillosos templos de Angkor Wat, se empañan por el circo que gira alrededor de cada monumento: los padres, sentados a la sombra, lejos del calor bochornoso, mandan a decenas de niños sucios y desnutridos, contra los turistas a vender lo que sea por "one dolar". Por cinco te llevas un sombrerito de paja y un niño. Sórdido.
También hay luces, y muchas. La gente es encantadora, profesional, menos ligada a la religión que en Indonesia (lo cual se refleja en tantas cosas!). Puedes disfrutar de la burbuja que crea tu abultada cartera de mil y una maneras: compras desenfrenadas, comida picante y riquísima, chófer para todo, alcohol...
La maravilla de Angkor Wat habla por sí misma...


Los últimos días los pasamos en Phnom Penh, a orillas de un brazo del Mekong, aturdidas por el calor y por los millones de personas que necesitan que les compres algo desesperadamente. ¿Su cuerpo? Todo es posible, el alma la perdieron ya hace mucho.